miércoles, 6 de agosto de 2014

Viajando en metro

El domingo quise hacer algo para no quedarme en casa, por lo que pedí que me enseñaran a usar el metro. Habia tenido la oportunidad de usar dos metros anteriormente: uno en Medellín y otro en Santiago de Chile, pero ¡ninguna experiencia como la del metro en Delhi! Para empezar, debes pasar por un filtro de seguridad. Piensen en un aeropuerto, no le cambien nada. Debes pasar tus pertenencias por rayos X, mientras pasas por un detector de metales y te hacen una requisa. Había una fila para mujeres y una para hombres.

Las estaciones son un caos, hay demasiada gente. Las mujeres tenemos una ventaja, por así decirlo: hay un vagón exclusivo para nosotras. Sin embargo esta vez me subí en los vagones mixtos. Después de pasar por 20 estaciones (en realidad creo que fueron más) debimos cambiar de metro para llegar a nuestro destino. Este último metro que va hacia el aeropuerto es completamente diferente al resto del recorrido. Las estaciones están mucho más vacías, casi que desiertas, y el metro es más moderno.

Tomada de: thehindu.com

Tomada de: thehindu.com

En la noche, cuando ya iba a tomar el metro de regreso a casa (pero esta vez sola), mi amigo me invitó a cenar con su familia. Ubicaron 5 platos, grandes y pequeños, en frente de cada puesto, y la comida en el centro de la mesa. En Cartagena no acostumbraba a comer tarde, en realidad pocas veces cenaba, sin embargo mis costumbres alimenticias se han ido modificando. El único problema que tuve en ese momento es que habían tantas cosas que no sabia cómo proceder con la comida.

Sé que dije que había aprendido a comer al estilo de India, pero normalmente mis comidas tienen 2 componentes, 3 por mucho, pero aquí habían tantas cosas y no tenia la menor idea de qué eran. Mi amigo había salido un momento, así que aclarando mi garganta y con ojitos de perro (o de gato con botas, como lo prefieran), le dije a su mamá que comenzara ella y yo la seguía. No tenía otra alternativa. Para mi sorpresa, ¡me comí todo! Hasta espacio para el postre hubo. Estaba tan rico que no quería dejar nada. Al rato tuve mi oportunidad de sentirme experta: llegó la niña japonesa que recogimos en el aeropuerto más temprano ese día (cuando iba en el metro) y le expliqué cómo se debía comer: ¡con la mano!. ¡Me sentí toda una india en ese momento!

En ese momento pensé: así lucía yo hace unos días, inclusive hacía unos minutos. Todo es cuestión de tiempo y de ir aprendiendo y acostumbrándose a las cosas.

Ese día regresé feliz al apartamento. Feliz porque había tenido una cena familiar (aunque no fuera con mi familia), porque conocí gente maravillosa, viví el caos de Delhi, y empecé a ver India con otros ojos. ¿Y saben qué? Me gusta lo que veo.

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