Cuántas veces en Colombia pensé
que un viaje a Medellín por carretera eran las 12 horas más eternas de mi vida,
que sólo iría en carro a Barranquilla o Santa Marta, y a Valledupar una vez
porque el Festival Vallenato lo valía. La última vez que hice un viaje largo en
bus por Colombia fue durante mi excursión de grado en bachillerato hace 6 años,
Salento-Cartagena y casi 24 horas en un bus.
A diferencia de Colombia, en
India es más barato viajar por tren o bus, la diferencia con los tiquetes de
avión es abismal. Así que para mi primer viaje que sería a Udaipur tenía claro
que viajaría por tierra. Al final por disponibilidad de cupos viajé en bus.
En India hay diferentes clases de
buses: los hay con asientos, con camas (sleepers) o los que son asientos que se
creen camas (semi sleepers). Para mi viaje de aproximadamente 14 horas el
sleeper fue el escogido. A continuación les contaré mi experiencia que merece
un post exclusivo en este blog:
Para comenzar, quedé de
encontrarme con mi compañera de viaje (colombiana también) en una estación de
metro - nuestro transporte por excelencia - con suficiente tiempo de
anticipación por si se presentaba algún contratiempo. De ahí con Google Maps a
la mano nos sentíamos confiadas y expertas en encontrar direcciones en Delhi.
Paramos un auto rickshaw y le pedimos que nos llevara a la estación de buses
Karol Bagh, negociamos un buen precio y comenzamos nuestro recorrido. El lugar
parecía más lejos de lo que habíamos visto en el mapa, pronto nos dimos cuenta
por qué: el conductor entendió que íbamos para la estación de policías de Karol
Bagh. Intenten explicarle a alguien que no habla su idioma que está en el lugar
equivocado y que los lleve a otra parte. Recurrimos nuevamente a nuestro amigo
Google Maps y con GPS activado rectificamos el camino.
Para hacer una claridad antes de
continuar, en Colombia estamos acostumbrados a que los buses los tomes en una
terminal, un lugar donde todas las empresas convergen y todo sale y llega allí,
a excepción de las empresas de servicios especiales (puerta a puerta) que
tienen sus propios puntos de partida. Sabiendo esto, continuamos el camino
esperando llegar a un lugar así, pero cuando llegamos al punto que mostraba el
mapa no encontramos nada.
Decidimos bajarnos y buscar la
dirección caminando porque sabíamos que estábamos cerca (o al menos eso
queríamos creer). Llamamos al número de atención al cliente de la empresa de
buses para pedir indicaciones, pero sólo hablaban hindi. Preguntamos a las personas
en la calle pero nadie hablaba inglés. El reloj corría y ya llevábamos casi una
hora intentando encontrar el lugar. Finalmente le preguntamos a una mujer joven
(es más probable que los jóvenes hablen inglés) que tenía un inglés no muy
fluido pero lo suficiente para poder comunicarnos, iba con su mamá quien sólo
hablaba hindi. Les contamos lo que sucedió, ella traducía simultáneamente a su
mamá, y al final llamamos nuevamente al servicio al cliente, la señora habló
con ellos y le dieron las indicaciones. Ellas fueron ángeles caídas del cielo.
Nos acompañaron hasta el lugar (una pequeña oficina donde todos esperaban
sentados en el andén junto a sus maletas que el bus llegara, de ahí que no
encontráramos ninguna terminal), se aseguraron que tuviéramos agua y todo lo
necesario, y nos desearon buen viaje.
Ya más calmadas y por fin en
nuestro lugar de partida, sólo pudimos reírnos. ¡Qué forma de comenzar nuestro
viaje! Pero al menos habíamos salido bien libradas. Ahora sólo quedaba esperar.
Habíamos llegado con 15 minutos de anticipación al lugar, pero gracias a que el
sentido de la puntualidad en India es incluso más distorsionado que en
Colombia, tuvimos que esperar alrededor de 45 minutos hasta que finalmente
apareció el bus.
En cuanto a estos buses, jamás había
visto algo igual. El bus tiene un pasillo muy estrecho, y a lado y lado
divisiones que van desde el piso hasta el techo. Se puede decir que son dos
pisos, es decir una cama arriba y otra abajo. Del lado izquierdo estaban las
camas dobles, del lado derecho las camas sencillas. Aunque suene un poco
extraño y tal vez incómodo, en realidad es mucho mejor de lo que parece. Cada
cama (en realidad son colchonetas) se encuentran dentro de cubículos, donde
puedes fácilmente acostarte a dormir o sentarte y no golpearás tu cabeza con el
techo (al menos para personas no tan altas). Al ser cubículos, tienes total
privacidad al momento que cierras las puertas. Viajamos en un “segundo piso” al
que subías por medio de unas pequeñas escaleras como en los camarotes. No teníamos
aire acondicionado pero como viajamos de noche podíamos abrir la ventana y
viajar con aire natural, era tan bueno que hasta frío nos dio en mitad de la
noche y tuvimos que cerrar ventanas.
Las vías no están en las mejores condiciones
así que estás en modo vibración todo el tiempo debido al movimiento del bus.
Les encanta pitar, pitan por todo: “estás en mi camino”, “voy a pasar”, “ya
pasé”, “hola”, “chao”, “por si las moscas”. Además mientras estuve despierta vi
cómo quedamos a 5 centímetros de un camión y la pelea entre dos conductores
justo al frente de nuestro bus. Finalmente pudimos dormir la mayor parte del camino y llegamos a nuestro destino en la
mañana siguiente. Pero esa es otra historia.
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