domingo, 26 de octubre de 2014

Y llegamos a Udaipur

Siempre he dicho que me encanta viajar, pero pocas veces he disfrutado tanto un viaje como el que hice a Udaipur. Después de la aventura en el bus, esto fue lo que hice en esta magnífica ciudad:

Llegamos a Udaipur alrededor de las 11 a.m. No teníamos hotel reservado así que con la guía de Lonely Planet a la mano empezamos a caminar y a ver qué lugar era bueno, bonito y barato. Finalmente encontramos un lugar muy agradable: Nukkad Guest House. Comimos nuestro desayuno a las 12 (sí, era desayuno. Lo único que habíamos comido hasta el momento en el bus era brownie y banano).

Ese día mi compañera de viaje y yo decidimos que caminaríamos a ver qué cosa interesante encontrábamos. No queríamos el típico plan de turista. La primera parada fue en un pequeño local donde un hombre daba clases de pintura. Al llegar nos pidió 5 minutos para organizar todo, así que dimos una vuelta y al regresar nos encontramos con tres pequeños escritorios y las pinturas y pinceles a un lado. Cada una de nosotras escogió el trabajo que quería hacer, así que dadas mis grandes habilidades artísticas escogí algo sencillo: una vaca con pocos adornos.

Realidad vs. Expectativa

Luego decidí que quería hacerme mi primer tatuaje de henna, así que llegamos a un lugar al final de un callejón: era un negocio familiar. Los hermanos se dedicaban a la pintura y tenían sus trabajos por todo el local, uno de ellos también tenía un restaurante justo en frente, y sus hijas eran quienes elaboraban los tatuajes de henna (cuyo nombre oficial es Mehendi). Escogí un diseño del catálogo que tenían y pedí que obviaran algunas cosas, quería algo pequeño porque al regresar a Delhi tenía que visitar un cliente y no sabía si estaba bien ir con todos mis brazos pintados.

Ese día seguimos caminando por locales, hablando con la gente, algunos nos ofrecieron té, otros más nos hablaban en español que han ido aprendiendo con los turistas que van y vienen. Para finalizar el día tuvimos nuestro almuerzo a las 5 de la tarde (nuestros horarios ese día eran un desastre) en un restaurante con vista al lago y al atardecer. Aunque estaba con mi amiga, en ese momento entendí porque dicen que Udaipur es la ciudad más romántica de India.


Nuestra visita coincidió con la celebración de Navratri, por lo que esa noche habían celebraciones en diferentes puntos de la ciudad. El lugar al que decidimos ir parecía acoger la celebración más grade. La calle fue completamente cerrada y cercada, y en el centro había una persona hablando mientras otras personas repartían frutas y dulces a los observadores (esto es común en las celebraciones religiosas en India). Comenzaron a bailar varias niñas sosteniendo unos pequeños palos, pero pronto esa pequeña ronda se convirtió en una hilera interminable de mujeres y hombres, armando un círculo interior y un círculo exterior mientras danzaban al son de la música chocando los palos entre ellos y moviéndolos al unísono. Locales, extranjeros, todos terminaban involucrados en esa danza interminable. Mi amiga y yo decidimos entrar al círculo (para lo que debimos quitarnos los zapatos) y comenzamos a imitar la danza; al cabo de 2 minutos estábamos cansadas (no es que tengamos mal estado físico, es que la danza demandaba mucho esfuerzo).

Al día siguiente visitamos el City Palace Complex, dimos un paseo en bote por el lago, y decidimos culminar viendo el atardecer en el Monsoon Palace, un palacio en la cima de una colina. Para llegar allí tomamos un auto rickshaw y luego en la entrada pagamos para que otro carro nos suba hasta la cima. La vista es hermosa: puedes ver toda la ciudad, los lagos, las montañas, y el atardecer en su esplendor.

El último día decidimos relajarnos, así que nuestras últimas horas las pasamos en un restaurante a la orilla del lago, pero eso resultó siendo más que una simple comida. En la misma orilla del lago tuvimos una lección del modo de vida de varias personas en la ciudad: se veían personas mayores, especialmente mujeres, lavando sus ropas en el lago: agua, jabón, y luego golpeaban la ropa con un palo de madera. Luego de enjuagar, extendían la ropa en unas barandas que se encontraban allí y mientras esperaban que la ropa se secara tomaban un baño, cambiando cuidadosamente sus ropas para que nadie viera más de lo que debía. Llevaban su jabón e incluso vimos cómo una señora restregaba su piel con una piedra, tratando de exfoliarla tal vez. Y al lado de esta escena encontrabas varios niños jugando y nadando.


Así nos despedimos de Udaipur, una ciudad tan india pero que me recordó mucho a mi Cartagena del alma. No sé si era el lago que me recordaba la bahía de Manga, o el Monsoon Palace que desde lejos me recordaba a la Popa, o los puentes que cruzaban el lago en sus puntos más estrechos tal como los puentes que cruzan del Pie de la Popa a Manga, o las estructuras a un lado del lago que tenían un aire a muralla. Esta ciudad no se parecía en nada pero se parecía en todo.

1 comentario:

  1. Jamás olvidaré cada segundo en la bahía de Manga, pueden pasar diez mil años...

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