miércoles, 29 de octubre de 2014

¡Conocí la nieve! (Manali-Shimla)

Mientras todos se preparaban para celebrar Diwali, yo empacaba mi morral para seguir descubriendo este país maravilloso. En esta ocasión mi elección fue un lugar más frío, más blanco y más cercano a las estrellas.

Después de 15 horas de viaje en bus y un dolor de cuello terrible (esta vez viajé en un bus normal, con sillas reclinables) llegamos a Manali, nuestro primer destino. No teníamos hotel así que era lo primero que teníamos que buscar al llegar. Finalmente encontramos un hotel bonito y con buen precio, así que descargamos maletas y nos fuimos a andar.

Manali es un pueblo muy pequeño, a unos 2,000 metros de altura por lo que el clima es muy agradable durante todo el año. En este momento el invierno está llegando al norte de India, así que las temperaturas no superaban los 13°C. El pueblo en sí no tiene muchos atractivos pero puedes visitar el Hadimba Devi Temple, un templo hindú, y el parque que está cerca, que es un pequeño bosque donde puedes relajarte y disfrutar de la naturaleza. Pero lo mejor estaba por venir.

Templo Hadimba Devi

 Parque en Manali

Al día siguiente contratamos un carro que nos llevó hasta Rohtang Pass, un punto a 4.114 metros de altura que hace parte de los Himalayas, está a tan sólo 51 km de Manali, y ¡puedes encontrar nieve! ¡Esa fue la mejor experiencia del viaje! A mis 22 años 1 mes y 19 días pude conocer finalmente la nieve, hice bolitas (sin guantes, por lo que 2 segundos después no podía sentir mis dedos del frío tan tremendo) y la probé (sí, tenía que hacerlo, faltaba la esencia de kola y quedaba listo mi 'raspao'). El 99% de las personas usaba trajes de nieve (cual mameluco de bebé) pero mi amigo y yo decidimos que no lo necesitaríamos, después de todo habíamos salido preparados del hotel; en mi caso este era mi armamento: dos blusas, dos suéter tejidos, una chaqueta, leggins, jeans, bufanda (de alpaca, que calienta bastante, y además funciona como gorro), guantes de lana, medias y zapatos deportivos.

Rohtang Pass, Himachal Pradesh

El lugar donde encuentras nieve en esta época está un poco retirado de la carretera, por lo que debes caminar o pagar para que te suban en caballo. Al subir encuentras no sólo a otros turistas como tú que se mueren de frío mientras se toman 50.000 fotos, sino que también está el señor que vende el té y el café que lleva en 2 termos en su mochila, el que prepara las mazorcas y el que hace omelette - huevos - (sí, todo esto en un pequeño horno sobre la nieve).

Durante todo el camino los paisajes son tan hermosos que te quitan el aliento, simplemente me quería quedar allí para siempre. Sin embargo nuestro viaje debía continuar, así que la próxima parada fue la capital del Estado en que nos encontrábamos: Shimla.

Shimla, que también fue la capital de verano en los tiempos de ocupación Británica, es una ciudad en teoría pero no supera los 150.000 habitantes. En la arquitectura se puede apreciar la gran influencia británica. A su zona más turística y comercial llamada Mall Road puedes acceder por medio de un ascensor que cuesta 10 rupias (300 COP) ya que los carros no se permiten aquí, convirtiéndolo en un gran pasaje peatonal. Aquí puedes encontrar desde la típica mazorca que preparan en la calle (con limón y sal, así se hace en India) hasta el imponente KFC, y desde las pequeñas tiendas con gorros y suéteres tejidos hasta tiendas como Levi's o Nike.


A diferencia del resto de India (o al menos lo que he visto hasta ahora), Shimla es un lugar muy tranquilo, no hay basuras en las calles (tiene multa el hacerlo), sí encuentras canecas, y en el 2010 se declaró como una ciudad libre de cigarrillo (si fumas en lugares públicos te multan). Además predomina la vestimenta occidental sobre la tradicional india, y hay zonas declaradas como 'zonas de silencio' (por lo que no se admiten pitos de carros, algo muy común en India).

Cuando llegue el invierno y empiece a nevar en Shimla no puedo imaginar lo hermoso que será. Debería pegarme la rodadita nuevamente por este lugar.

domingo, 26 de octubre de 2014

Y llegamos a Udaipur

Siempre he dicho que me encanta viajar, pero pocas veces he disfrutado tanto un viaje como el que hice a Udaipur. Después de la aventura en el bus, esto fue lo que hice en esta magnífica ciudad:

Llegamos a Udaipur alrededor de las 11 a.m. No teníamos hotel reservado así que con la guía de Lonely Planet a la mano empezamos a caminar y a ver qué lugar era bueno, bonito y barato. Finalmente encontramos un lugar muy agradable: Nukkad Guest House. Comimos nuestro desayuno a las 12 (sí, era desayuno. Lo único que habíamos comido hasta el momento en el bus era brownie y banano).

Ese día mi compañera de viaje y yo decidimos que caminaríamos a ver qué cosa interesante encontrábamos. No queríamos el típico plan de turista. La primera parada fue en un pequeño local donde un hombre daba clases de pintura. Al llegar nos pidió 5 minutos para organizar todo, así que dimos una vuelta y al regresar nos encontramos con tres pequeños escritorios y las pinturas y pinceles a un lado. Cada una de nosotras escogió el trabajo que quería hacer, así que dadas mis grandes habilidades artísticas escogí algo sencillo: una vaca con pocos adornos.

Realidad vs. Expectativa

Luego decidí que quería hacerme mi primer tatuaje de henna, así que llegamos a un lugar al final de un callejón: era un negocio familiar. Los hermanos se dedicaban a la pintura y tenían sus trabajos por todo el local, uno de ellos también tenía un restaurante justo en frente, y sus hijas eran quienes elaboraban los tatuajes de henna (cuyo nombre oficial es Mehendi). Escogí un diseño del catálogo que tenían y pedí que obviaran algunas cosas, quería algo pequeño porque al regresar a Delhi tenía que visitar un cliente y no sabía si estaba bien ir con todos mis brazos pintados.

Ese día seguimos caminando por locales, hablando con la gente, algunos nos ofrecieron té, otros más nos hablaban en español que han ido aprendiendo con los turistas que van y vienen. Para finalizar el día tuvimos nuestro almuerzo a las 5 de la tarde (nuestros horarios ese día eran un desastre) en un restaurante con vista al lago y al atardecer. Aunque estaba con mi amiga, en ese momento entendí porque dicen que Udaipur es la ciudad más romántica de India.


Nuestra visita coincidió con la celebración de Navratri, por lo que esa noche habían celebraciones en diferentes puntos de la ciudad. El lugar al que decidimos ir parecía acoger la celebración más grade. La calle fue completamente cerrada y cercada, y en el centro había una persona hablando mientras otras personas repartían frutas y dulces a los observadores (esto es común en las celebraciones religiosas en India). Comenzaron a bailar varias niñas sosteniendo unos pequeños palos, pero pronto esa pequeña ronda se convirtió en una hilera interminable de mujeres y hombres, armando un círculo interior y un círculo exterior mientras danzaban al son de la música chocando los palos entre ellos y moviéndolos al unísono. Locales, extranjeros, todos terminaban involucrados en esa danza interminable. Mi amiga y yo decidimos entrar al círculo (para lo que debimos quitarnos los zapatos) y comenzamos a imitar la danza; al cabo de 2 minutos estábamos cansadas (no es que tengamos mal estado físico, es que la danza demandaba mucho esfuerzo).

Al día siguiente visitamos el City Palace Complex, dimos un paseo en bote por el lago, y decidimos culminar viendo el atardecer en el Monsoon Palace, un palacio en la cima de una colina. Para llegar allí tomamos un auto rickshaw y luego en la entrada pagamos para que otro carro nos suba hasta la cima. La vista es hermosa: puedes ver toda la ciudad, los lagos, las montañas, y el atardecer en su esplendor.

El último día decidimos relajarnos, así que nuestras últimas horas las pasamos en un restaurante a la orilla del lago, pero eso resultó siendo más que una simple comida. En la misma orilla del lago tuvimos una lección del modo de vida de varias personas en la ciudad: se veían personas mayores, especialmente mujeres, lavando sus ropas en el lago: agua, jabón, y luego golpeaban la ropa con un palo de madera. Luego de enjuagar, extendían la ropa en unas barandas que se encontraban allí y mientras esperaban que la ropa se secara tomaban un baño, cambiando cuidadosamente sus ropas para que nadie viera más de lo que debía. Llevaban su jabón e incluso vimos cómo una señora restregaba su piel con una piedra, tratando de exfoliarla tal vez. Y al lado de esta escena encontrabas varios niños jugando y nadando.


Así nos despedimos de Udaipur, una ciudad tan india pero que me recordó mucho a mi Cartagena del alma. No sé si era el lago que me recordaba la bahía de Manga, o el Monsoon Palace que desde lejos me recordaba a la Popa, o los puentes que cruzaban el lago en sus puntos más estrechos tal como los puentes que cruzan del Pie de la Popa a Manga, o las estructuras a un lado del lago que tenían un aire a muralla. Esta ciudad no se parecía en nada pero se parecía en todo.

jueves, 9 de octubre de 2014

Viajando en bus

Cuántas veces en Colombia pensé que un viaje a Medellín por carretera eran las 12 horas más eternas de mi vida, que sólo iría en carro a Barranquilla o Santa Marta, y a Valledupar una vez porque el Festival Vallenato lo valía. La última vez que hice un viaje largo en bus por Colombia fue durante mi excursión de grado en bachillerato hace 6 años, Salento-Cartagena y casi 24 horas en un bus.

A diferencia de Colombia, en India es más barato viajar por tren o bus, la diferencia con los tiquetes de avión es abismal. Así que para mi primer viaje que sería a Udaipur tenía claro que viajaría por tierra. Al final por disponibilidad de cupos viajé en bus.


En India hay diferentes clases de buses: los hay con asientos, con camas (sleepers) o los que son asientos que se creen camas (semi sleepers). Para mi viaje de aproximadamente 14 horas el sleeper fue el escogido. A continuación les contaré mi experiencia que merece un post exclusivo en este blog:

Para comenzar, quedé de encontrarme con mi compañera de viaje (colombiana también) en una estación de metro - nuestro transporte por excelencia - con suficiente tiempo de anticipación por si se presentaba algún contratiempo. De ahí con Google Maps a la mano nos sentíamos confiadas y expertas en encontrar direcciones en Delhi. Paramos un auto rickshaw y le pedimos que nos llevara a la estación de buses Karol Bagh, negociamos un buen precio y comenzamos nuestro recorrido. El lugar parecía más lejos de lo que habíamos visto en el mapa, pronto nos dimos cuenta por qué: el conductor entendió que íbamos para la estación de policías de Karol Bagh. Intenten explicarle a alguien que no habla su idioma que está en el lugar equivocado y que los lleve a otra parte. Recurrimos nuevamente a nuestro amigo Google Maps y con GPS activado rectificamos el camino.

Para hacer una claridad antes de continuar, en Colombia estamos acostumbrados a que los buses los tomes en una terminal, un lugar donde todas las empresas convergen y todo sale y llega allí, a excepción de las empresas de servicios especiales (puerta a puerta) que tienen sus propios puntos de partida. Sabiendo esto, continuamos el camino esperando llegar a un lugar así, pero cuando llegamos al punto que mostraba el mapa no encontramos nada.

Decidimos bajarnos y buscar la dirección caminando porque sabíamos que estábamos cerca (o al menos eso queríamos creer). Llamamos al número de atención al cliente de la empresa de buses para pedir indicaciones, pero sólo hablaban hindi. Preguntamos a las personas en la calle pero nadie hablaba inglés. El reloj corría y ya llevábamos casi una hora intentando encontrar el lugar. Finalmente le preguntamos a una mujer joven (es más probable que los jóvenes hablen inglés) que tenía un inglés no muy fluido pero lo suficiente para poder comunicarnos, iba con su mamá quien sólo hablaba hindi. Les contamos lo que sucedió, ella traducía simultáneamente a su mamá, y al final llamamos nuevamente al servicio al cliente, la señora habló con ellos y le dieron las indicaciones. Ellas fueron ángeles caídas del cielo. Nos acompañaron hasta el lugar (una pequeña oficina donde todos esperaban sentados en el andén junto a sus maletas que el bus llegara, de ahí que no encontráramos ninguna terminal), se aseguraron que tuviéramos agua y todo lo necesario, y nos desearon buen viaje.

Ya más calmadas y por fin en nuestro lugar de partida, sólo pudimos reírnos. ¡Qué forma de comenzar nuestro viaje! Pero al menos habíamos salido bien libradas. Ahora sólo quedaba esperar. Habíamos llegado con 15 minutos de anticipación al lugar, pero gracias a que el sentido de la puntualidad en India es incluso más distorsionado que en Colombia, tuvimos que esperar alrededor de 45 minutos hasta que finalmente apareció el bus.



En cuanto a estos buses, jamás había visto algo igual. El bus tiene un pasillo muy estrecho, y a lado y lado divisiones que van desde el piso hasta el techo. Se puede decir que son dos pisos, es decir una cama arriba y otra abajo. Del lado izquierdo estaban las camas dobles, del lado derecho las camas sencillas. Aunque suene un poco extraño y tal vez incómodo, en realidad es mucho mejor de lo que parece. Cada cama (en realidad son colchonetas) se encuentran dentro de cubículos, donde puedes fácilmente acostarte a dormir o sentarte y no golpearás tu cabeza con el techo (al menos para personas no tan altas). Al ser cubículos, tienes total privacidad al momento que cierras las puertas. Viajamos en un “segundo piso” al que subías por medio de unas pequeñas escaleras como en los camarotes. No teníamos aire acondicionado pero como viajamos de noche podíamos abrir la ventana y viajar con aire natural, era tan bueno que hasta frío nos dio en mitad de la noche y tuvimos que cerrar ventanas.





Las vías no están en las mejores condiciones así que estás en modo vibración todo el tiempo debido al movimiento del bus. Les encanta pitar, pitan por todo: “estás en mi camino”, “voy a pasar”, “ya pasé”, “hola”, “chao”, “por si las moscas”. Además mientras estuve despierta vi cómo quedamos a 5 centímetros de un camión y la pelea entre dos conductores justo al frente de nuestro bus. Finalmente pudimos dormir la mayor parte  del camino y llegamos a nuestro destino en la mañana siguiente. Pero esa es otra historia.